Dos cuestiones no resueltas en la London Book Fair


London Book Fair suena imponente. Sin embargo la edición en curso ya ha planteado dos cuestiones no resueltas en el mundo de la edición, que son, más o menos, las mismas por doquier.

Cuestión 1

Big Data. En pie ha quedado la reflexión ¿Para qué Big Data? ¿Qué Big Data?  que en inglés quizá suene mejor según sea el propio grado de anglofilia.

Bajo la falsa pregunta ¿qué hacemos con los datos? la #LBF ha planteado sin más el uso intensivo y extensivo de Big Data, en la línea que ya se ha defendido esto precedentemente. Esta línea prefiere pensar que los editores no saben aún cómo usar Big Data y que por lo tanto se fían de viejos métodos acientíficos, lo que relega al editor a una era anterior, predigital (y aún atecnológica): significativo el cierre del artículo con su pregunta retórica ¿quieres ser una dinosaurio o una dinamo? (y hasta aquí pensaba que la dinamo era de verdad algo del pasado).

La pregunta que no se ha respondido es: ¿Ha habido una reflexión sobre qué datos y para qué? No es moco de pavo. Una reflexión así es necesaria para saber exactamente qué se desea saber: la programación, la informática, es predeterminante. Quien haya errado una vez en este campo sabe que modificaciones importantes equivalen a volver a empezar o casi. Responder a estas preguntas previas significa asimismo haber reflexionado sobre qué modelo de edición se persigue. No se trata pues de algo sin valor e intrascendente. Y no hay aun respuesta a esto, que yo sepa, o en el peor de los casos no se quiere explicar el modelo escogido.

Cuestión 2

Los autores autopublicados siguen siendo un problema para el sector y quizá incluso para los autores, más o menos, afirmados.

The Bookseller y GoodEreader dan voz al descontento. Falta de respeto, escritores de segunda división y otras lindezas de esta risma. #LBF no es la única feria que ha manifestado la incapacidad de gestionar la cuestión. Tras esto están: las editoriales que no desean o prefieren o no ver autores que campan a sus anchas si ellos; autores que ponen mala cara pues ven en la edición tradicional la garantía de haber pasado un filtro, mientras la autopublicación permite a cualquiera publicar cualquier cosa (lo cual es cierto también entre las editoriales); una combinación que prefiere poner un coto a las plataformas digitales, especialmente Amazon, y que escoge el eslabón más débil como objetivo; la falta de un interlocutor colectivo al cual dirigirse institucionalmente, como prefiere cualquier feria.

Habrá sin dudas más motivos, pero estos son, creo, los recurrentes y evidentes. la cuestión de fondo es que el sector editorial aún está digiriendo su transformación, pero también que los grandes grupos y actores del sector tiene visiones contrapuestas sobre el desarrollo futuro y no aceptarán más jugadores hasta que las nuevas reglas no se hayan fijado en un sentido u otro.

Epílogo

No soy optimista sobre la institucionalización de los autores autopublicados y quizá siquiera tiene sentido pensar en ello. No creo que una sede como la #LBF sea la mejor para los autores autopublicados. Hay algunas cosas creo que sí podrían hacer los autores autopublicados para defender las propias posiciones, por ejemplo:

  • una red efectiva de colaboración entre autores sería mucho más eficaz que colocarse bajo el ala protectora de una distribuidora digital o una falsa editorial;
  • definir buenas prácticas tendentes a garantizar, al menos, la calidad formal de las obras;
  • buscar formas ágiles de coordinación por temáticas, por ejemplo, si se pretende poder sentarse en foros institucionales;
  • entender que entrar en un mundo profesional requiere profesionalizarse.

Todo esto, claro está, son solo mis opiniones.

 

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