Es lamentable, creo, lo muy acostumbrados que estamos a hablar como si enunciásemos titulares o, en alternativa, lo muy acostumbrados que estamos a que los titulares de las noticias sean aproximativos, eso cuando no desvían directamente el foco de la noticia. Tanto es así que al parecer no exigimos en nuestra lectura precisión en la expresión. Viene todo esto a cuento de la última entrevista concedida por Arantxa Mellado a un medio argentino; me da igual si luego las imprecisiones son atribuibles al periodista o a Arantxa Mellado, si los periódicos solo hacen titulares, si es culpa de todos nosotros, incluido el aquí firmante, que ya no somos autoexigentes o todo junto. De hecho me es indiferente, porque lo que cuenta en esta entrada es como la falta de precisión y terminología unívoca está condicionando el modo que tenemos de representar el mundo y la realidad del libro en el mundo. Nada personal pues. Voy a por ello.
Segunda afirmación
Primera afirmación
!nternet permite que cualquiera pueda ser autor
O la mitificación de internet. No me resulta que internet como tal haya hecho posible la autoría a nadie en medida mayor a cualquier otro medio, incluyendo el papel y el lápiz. Ser autor es el resultado de una decisión personal que lleva a la realización de una obra “de ingenio” única, más o menos, en forma o contenido o ambas. Quienquiera siempre ha tenido la posibilidad de ser autor, bueno o malo, usando los medios que la ´época le brindaba, de la arcilla a internet. La confusión aquí está entre ser autor y publicar. Internet ha hecho más fácil publicar las propias creaciones porque ha rebajado los costes para esto respecto al pasado y a otros medios. Confundir autoría con publicación es confundir las cosas, es colocar el resultado en lugar del proceso, la conclusión por delante de la génesis. Esta primacía pretendida de internet tiende a darle una importancia desmesurada, a convertir internet en una especie de motor cuando en realidad en un medio a través del cual podemos difundir, usar herramientas que pone a disposición pero que son una parte y no todo internet e incluso podrían subsistir en algunos casos aun cuando internet fuese otra o fuese menos o no fuese en absoluto. Autor se ha podido ser siempre, con o sin internet y los modos de exclusión y filtro han cambiado pero no han desaparecido.
Segunda afirmación
En su opinión, el libro va a desaparecer como formato de lectura pero «se va a mantener como objeto decorativo». «Poco a poco el formato libro va a quedar relegado para aquellas obras que realmente nos hayan gustado, aquellas obras que necesitemos tocar, que necesitemos palpar, que necesitemos tener allí y verlas porque realmente han formado parte de nuestra vida o nos han impacto de una forma muy especial. El resto de las obras las consumiremos en digital», agrega.
La confusión de la normal en estos días y considero que, teniendo en cuenta el resto de la entrevista, Arantxa Mellado un poco ha ido remezclando conceptos que han hecho de la afirmación algo un tanto más turbio.
El libro va a desaparecer en su forma impresa, parece querer decir, pero la frase tiene un acento mucho más definitivo. Se confunde libro con formato de lectura, función con forma. O bien no estamos de acuerdo con esta afirmación mía y entonces precisamos cuanto antes una aclaración terminológica porque la cantidad de confusión que se genera con la polisemia de “libro” amenaza con crear escenarios de incomprensión apocalípticos. La extensión de la lectura a formas no necesariamente librescas, como defiende bien Arantxa Mellado, tiene poco que ver con el libro en si como formato y con la supervivencia del libro como designación de una agregación de textos más o menos enriquecidos, más o menos electrónicos. Esta extensión inició hace mucho, pero el libro no ha desaparecido como tal. Una confusión derivada es la de confundir venta de libros y editoriales con el libro en si. No son sinónimos y en cierto modo Mellado lo entiende, pero estoy en desacuerdo con su lectura de la nueva cadena de valores del libro en un entorno digital: otro día hablo de eso.
Un último aspecto es, a mi modo de ver, que la equiparación del libro (tout court) con “objeto decorativo” pone al libro en la misma posición de valor simbólico de un pisapapeles o un jarrón. Una identificación que solo puede hacer daño al libro, impreso o electrónico que sea, pues más allá del formato el valor simbólico permanece en cuanto vector de un contenido. Si para empezar no le damos valor con nuestras palabras, siendo un constructo de palabras y pensamientos, no tendrá valor alguno.
Una última afirmación discutible
Pero hay otro elemento en este mapeo general que no puede obviarse: el rol del Estado que, en sus palabras, tiene que tener una presencia «muy medida, en la primera fase el papel gubernamental es fundamental» ya que, «si se comporta de forma demasiado proteccionista, lo que hace es eliminar la iniciativa, entonces el editor se acostumbra a que todos los libros vengan financiados y subvencionados por el gobierno y deja de ser creativo, se acomoda».
El mito de la creatividad como desafío, sobre todo la creatividad como desafío de mercado, tiñe esta afirmación; y es significativo que en la argumentación se alternen los términos iniciativa y creativo, como si fuesen sinónimos a siquiera cercanos en significado. Una iniciativa es lo que da principio, la cualidad e adelantarse al resto y puede ser o no creativa, puede ser social o comercial, colectiva o privada. Creativo es algo capaz de estimular la creación o la innovación. Iniciativa y creatividad son iguales solo en la retórica de una visión de la vida económica. Buena parte de la creatividad no ha tenido como fin el mercado aun cuando haya terminado en él. Esto es especialmente cierto para la creatividad artística, que con frecuencia ha desafiado conceptos y postulados estables para abrir otros horizontes y solo el tiempo ha decretado la aceptación del mercado; hablamos de pintura, de escritores que en vida no vendieron un libro y otro largo etcétera.
Así, creo, se habla pues de creatividad empresarial. Esa que requiere que el estado subvencione pero limitadamente, que intervenga como solo acicate. Debate interesante aunque me pregunto siempre por qué el estado debe intervenir invirtiendo sin recibir ninguna parte de los beneficios, por qué no invierte en vez en incitar a los ciudadanos a crear simplemente, con un retorno más social que económico y sobre todo con un provecho que no será privado.
En definitiva, es necesario que todos, y que Arantxa Mellado me perdone por tomar su entrevista como ejemplo, realicemos un esfuerzo al hablar del libro. Es necesario que usemos un vocabulario más preciso y que renunciémos a las simplificaciones de titular periodístico. Es necesario también, estoy convencido, iniciar a dar valor a las palabras que pronunciamos y escribimos si deseamos convercer del valor de las palabras, o contenidos como los llama Arantxa Mellado, de otros.