La dimensión de la cultura


La dimensión de la cultura, con el papel que en ella juega la edición de libros, es una de los temas que más preocupan en perspectiva. O si lo deseáis, que más me preocupan.

Solo hoy Manuel Gil dedicaba una entrada de su blog al intento de establecer una proyección de la dimensión de la cultura hacia 2025 (aquí).
De ese último cálculo, que incluye parámetros diferentes, me gustaría saber cual es la dimensión global para conocer la entidad de la reducción de la cultura. Y esto es muy importante para conocer si el dato relativo del peso de la cultura va a mantenerse en términos de porcentaje o si va a haber un cambio significtivo, porque intuyo que el ‘descenso’ va a ser generalizado y caótico.
Personalmente creo que este viraje liberal, del cual la edición ha participado con la misma alegría que todos los demás sectores, tiende a establecer una pirámide social muy parecida a la de los años 50′ (excepción hecha de la increíble exhacerbación de las diferencias social y económicas). Y en ese sentido la cultura en su acepcción a la vez más amplia y a la vez más estricta queda patrimonio de pocos, pues, como ya he dicho otras veces, carece de valor sobre todo de valor colectivo; subrayo como las únicas áreas que se ha salvado del descenso de la edición pertendecen a una esfera personal: cocina y tareas del hogar (quizá en un intento autárquico vista la situación de muchos).
Esta reducción, a mi juicio tiene poco que ver con una visión más amplia de la situación por una compromiso mayor de la edición o sector editorial con la cultura y con los timepos que corren y se avecinan, sino más bien en la contracción debida a la imposibilidad e cuadrar números.
Sumemos a esto los últimos datos sobre la adquisición de los es-sellos de Santillana a PRH y la intención de este último de apostar por el sector educativo, marginalizando de facto (muy probablemente) la narrativa y otros géneros, pues su impacto en el balance es mínimo, lo que condena en el lógica de tanto rindes, tanto vales a una posición marginal, a punto.
Así pues, en una situación de constricción ideológica a jugar un papel menor, en una situación sectorial recesiva a la fuerza, en una situación económica de marginalidad debido a su rentabilidad unida a una situción de concentración en el sector editorial, todo parece indicar malos tiempos para la cultura. Y sin embargo yo creo que para editoriales pequeñas y micros existen soluciones de resistencia cuya idea principal es no todo es ni puede ser economía.
Por ejemplo:

  • indicar en los libros un modo cognitivo e interpretativo del mundo, por lo tanto vario, infinito en sus posibilidades, finito en el número (y siempre será alto): es decir decrecer y editar libros que transmitan valor y coherencia con la editorial.
  • hacer del libro un instrumento relacional y aprovechar el conocimiento del librero vocacional tiene de su realidad circunstante y de sus lectores/clientes: es decir, crear redes de lectores, editores y libreros, acercando también el libro electrónico a la fisicidad del espacio de encuentro que supone una librería, una biblioteca.
  • sumar e integrar mil parcialidades en vez de crear un solo conjunto infinito, globalizado y homogéneo: es decir, dejar de creer en el mito de ‘somos la empresa líder’ para apostar por ‘somos una editorial así asao y ahí fuera hay mucho más’.
  • que los editores trabajen junto a desarrolladores, maquetadores, lectores y autores en la superación de la obsolescencia programada y de los inútiles vínculos y límites de los ereaders, creando una plataforma de programación libre para la gestión de los aparatos lectores: es decir, trabajemos juntos para hackear nuestros lectores.

Las consecuencias son (entre otra muchas):

  • editoriales más cercanas a su entorno, con mayor compromiso con la cultura y con mayor capacidad de interacción con sujetos y actividades que no son solo editoriales,
  • una ética comprometida con la conciencia de lo finito (que no es lo limitado en su variedad, por cierto), una forma de trabajo más eficiente y un producto final deseado.
  • mayor implicación del editor, desde la base, en la creación de actuaciones concretas en favor de la lectura.

Por lo tanto apunto una vez más a pensando por tanto que los ejes (colaboración, ideación del mundo , decrecimiento), son el futuro de la edición y no solo. Si esos ejes se realizan veo el nuevo panorama como un red, multiples centros (editoriales) cada cual con su propio centro y una red de actividades diversificadas, en la cual la existencia y la realización pueden encontrar, espacio, cohesión, diversidad y nuevas relaciones.

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